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miércoles, 17 de febrero de 2010

Rehenes


Un movimiento en falso y podría significar la falla del plan, o lo que es peor, arruinar los años invertidos en la búsqueda de la chica. Es extraño imaginarse toda una compañía tras una insignificante humana, pero todo eso era no más que apariencia. Su captura significaba la ganancia de una gran fortuna y un gran poder político, no porqué ella lo tuviera, sino su familia. Muy poca gente sabía que tenían un gobierno monárquico, el resto de la población creía que su país era anarquista. Arthur Black, era uno de los que conocían de todo acerca de su estado. Un par de décadas atrás creó una institución en honor a su abuelo, de quien había heredado sus deseos de obtener el poder de Asward, y estaba a punto de lograrlo hasta que apareció aquella joven, haciéndole cada cosa imposible. Black comenzó a reclutar gente con habilidades especiales, aparte de los que ya tenía, convenciéndoles de que ganarían una gran suma de dinero en ese trabajo, y no era mentira, solo que él obtendría el mayor crédito, el poder y la mayor parte de la fortuna.

La peor noche para atacar al enemigo, lluviosa y llena de neblina, nada parecido a la mañana del mismo día, aun así, fieles a su jefe estaban en camino para cumplir su misión. Identidad y ubicación del objetivo, no parecía nada difícil, el único problema era que no conocían la forma de contraatacar de la presa. Creían que todo estaba en bandeja de plata, creían que solo se trataba de apresarla y llevarla a su base, creían que era inofensiva. No se les ocurrió pensar que si era tarea fácil ya lo hubiera hecho alguien antes, simplemente siguieron su camino llenos de confianza en sí mismos y así llegaron a la casa de la joven. El lugar se veía bastante pacífico y agradable, todos los presentes se hicieron a la idea de que muy probablemente la joven dormía en cualquiera que fuese su recamara.

El silenció se apoderó de la calle en donde todo mundo se encontraba, la lluvia dejó de caer abandonando a la neblina con el suelo mojado. En ese momento daba la impresión de que se trataba de un velorio o algo por el estilo, por la oscura vestimenta de los hombres y mujeres que esperaban el momento justo para dar comienzo al sencillo plan del señor Black.

Un lujoso coche negro se estaciono cerca de la cera, la puerta del copiloto se abrió y un hombre viejo y regordete se apeó del auto. Tenía puestas unas gafas negras y una gabardina que no se veía mal en conjunto con los lentes, su escaso cabello lleno de canas, su rostro era muy amarillenta, llena de cicatrices y arrugas. Parecía lo que era. Los ojos del viejo buscaban a alguien, y al no encontrarlo frunció el ceño.

- ¿Dónde está Jade? – Gruñó el ruco – De ella depende que todo salga bien.

- Nadie la ha visto desde que terminó la reunión – informó uno de los presentes – Algunos creen que se adelantó para tener un poco más de ventaja y el resto piensa que se escapó. Derek y Lucius se encuentras buscándola.

- ¡Idiotas! – Gritó el anciano – Si los ve todo se vendrá abajo. Tráe… - Su boca quedó sellada y sin palabras cuando la puerta de la casa de enfrente comenzó a abrirse lentamente, y sin poder controlar su curiosidad fue acercándose a medida de que la puerta se abría más y más.

Al terminar de abrirse la puerta, se veía una luz tenue y rojiza dentro del lugar, como si fuera solamente una vela la que se encargara de iluminar ahí. El viejo entró, la puerta cerró de golpe dejándolo encerrado y aparentemente solo en la residencia. No le pasó por la cabeza intentar salir, pues estaba hipnotizado por aquella lucecilla roja que lo hacía adentrarse más y más al lugar. Tal y como se cerró la puerta, las luces se encendieron encandilando a Black y dejándolo un poco aturdido. En cuanto se recuperó, echó un vistazo a la vivienda mientras caminaba por el recibidor, y fue ahí donde encontró a Lucius, Derek y a Jade amarrados torpemente con una cuerda, como si ellos mismos lo hubieran hecho en el trance que ocasionaba la luz roja. Los miró con rabia, y en lugar de querer ayudarlos, tenía ganas de aniquilarlos ahí mismo.

- ¿Acaso no son estos sus mejores elementos? – preguntó una voz femenina interrumpiendo la irá del viejo.

- Eso dicen ellos – respondió con amargura sin quitarles la vista de encima - ¿Qué haces aquí?

- Usted es quien debería responder eso, después de todo esta es mi casa y yo puedo estar aquí cuando me plazca - justificó sin levantar la voz – Dígame, ¿le gustaría negociar por ellos? – lo invitó a sentarse junto a ellos mediante un ademán.

- Esperaba un vocabulario un poco más vulgar de su parte, y sí, me gustaría negociar – accedió a la invitación con más paciencia que cuando había entrado – Si quieres hacer negocios conmigo, seguramente es porque sabes hacerlos y no me saldrás con regateos, ¿o me equivoco?

- Eso depende de la manera en que usted lo haga – la joven sonrió para sí y tomó asiento frente a él. – Antes que nada me gustaría hacerle una serie de preguntas y no me importa si le molestan o no. – Hizo una pequeña pausa para formular la primera pregunta – ¿En qué consiste su maravilloso plan?

- Tiene el mismo fin que cualquier otro que se me haya ocurrido. Supongo que tenerme aquí negociando contigo equivale a la falla del plan, no creo que exista problema alguno si te lo cuento. Reuní a todos mis seguidores y los junté afuera de tu casa, estos tres muchachos iniciarían el ataque cuando yo diera la orden, destruirían todo y te asesinaría Jade – señaló a la chica.

- Lo único diferente al resto de tus planes es que los trajiste a mi puerta y me pusiste a tu institución en bandeja de plata, incluyéndote a ti. Me gustaría seguir haciendo preguntas, pero como es obvio todas tendrán una respuesta demasiado… estúpidas – Se puso de pie con la intención de marcharse – Supongo que no sirves para hacer negocios. Me llevaré a tus juguetitos y te los devolveré hasta que… - se detuvo a pensar en alguna condición – hasta cuando yo quiera.

Tomó al trió de la cuerda y se esfumó junto con ellos. Arthur se quedó sin reaccionar, no le importaba mucho si los perdía o no, creía que todo se solucionaría si algún otro tomara el lugar de ellos tres. Salió de la residencia pensando en su nuevo miembro favorito y en la forma en la que había perdido ese encuentro. Subió a su carro sin mirar a nadie y se fue de ahí con la intención de no regresar ni mucho menos volver a intentarlo sin estar listo.

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