Ni una sola palabra se escucho por parte de ellos, ni si quiera el caballo emitía el más mínimo ruido al caminar. En varias ocasiones, el joven Roy intento comenzar una conversación, pero el humor de Shira se lo impedía, y cada palabra huía de su boca.
Después de cinco escasos minutos llegaron a una mansión que parecía casita de muñecas por la forma en la que estaba arreglada. Jardines y balcones visibles estaban repletos de bellas flores, el jardín principal era pequeño, pero está muy bien adornado con una gran fuente en el centro, había muchos árboles alrededor que la ocultaban un poco, y aun más adentro se encontraba un pequeño establo que alojaba a no más de cinco caballos.
Una vez que Keniah se apeo del caballo, le fue entregado un pequeño bulto de ropa y le fueron dadas las siguientes indicaciones.
- Toma la habitación que quieras únicamente de las plantas superiores. No tardan mucho en preparar algo de comer, antes cámbiate de ropa, descansa cuanto puedas que mañana nos vamos.
- Soy tu hermana no tu hija – dijo bromeando.
Por dentro, la mansión era aun más bella, adornada con rosas blancas, pinturas y esculturas antiguas, y había un aroma que reinaba en el lugar, era el olor a vainilla, mismo que usaba su madre en ocasiones especiales. El ambiente desprendía paz, armonía, en ese momento no había nada que rompiera la belleza de ese espacio.
Deslumbrada por lo que había a su alrededor subió las escaleras en dirección a su habitación. Para ella cualquiera le agradaría, después de ver aquella planta, que al igual que el jardín y primer piso daban la sensación de estar en el paraíso. Escogió una al azar, y entro. Dentro había una cama muy amplia y con las sabanas de un blanco que calaba en los ojos, entre otras cosas que ya había visto en otras partes de la mansión, y había también un baño completo y un lindo balcón oculto con cortinas blancas y delgadas.
Se ducho y cambio tan rápido como pudo para probar la comodidad de la cama, pero algo la detuvo, y fue nada más y nada menos que una conversación de Shira y Roy precisamente a fueras de su balcón. Se asomo con extrema curiosidad por escuchar y ver que hacían.
- Se que tienes un deber que tienes que cumplir, pero, ¿no podrías permanecer conmigo, aunque sea esta noche? - pidió el joven – Tal vez no nos veamos de nuevo, y me quedare nuevamente solo.
- Da lo mismo, de todas formas terminare alejándome. Entiende una cosa, entre más dependas de mi más lejos estaré. A final de cuentas los dos estaremos solos – fría como siempre, no se permitía sentir ni la más mínima emoción, ¿Cómo sería capaz de casarse si amor no es capaz de dar? – Partiré esta noche por mi último encargo, quiero hacerlo sola. Sin duda este será el más sanguinario de todos los que hemos hecho juntos.
- ¿Qué es lo que ocultas tras esa mascara de hielo? A veces me encantaría conocer a la verdadera Shira, que me mostraras por lo menos un poco de afecto, que me demostraras lo que juntos hemos construido durante tanto tiempo, que por fin me dijeras que me quieres, o que por lo menos sientas el mas mínimo afecto por mí.
- Te lo diría si supiera lo que es – mostro al joven una actitud cálida, cosa que nunca le había tocado ver –Pero ya no es tiempo de demostrar sentimientos ni verdaderas caras, es demasiado tarde.
Desde su balcón, la joven princesa lo observaba todo, y estaba tan entretenida con aquella escena, quería saber que pasaba y al mismo tiempo quería que su hermana manifestara por primera vez en mucho tiempo lo que su corazón había olvidado sentir. Estaba tan perdida en lo que quería que sus ojos vieran, que no prestó atención al momento anterior de que los labios del joven y de su hermana se fundieran en un tierno y cálido beso. Keniah estaba tan sorprendida, no podía creer que, bueno, si lo podía creer, después de todo, conocía perfectamente a Shira y sabía que en cualquier momento permitiría que algo así pasara.
Conmovida y complacida, fue a su cama, para descansar por lo menos un poco antes de bajar de comer.
Durante la comida, Shira y Roy no se atrevían a mirarse, estaban tan apenados, cosa que le causaba risa a la rubia.
- ¿Qué les sucede? – Preguntó Keniah haciéndose la que no sabía nada de nada - ¿Por qué tan serios? ¿Les paso algo estando solos?
- No, nada, ¿verdad, Shira?
- ¿De qué rayos hablas? Yo nunca estuve a solas con nadie.
Mintiendo como niños pequeños, continuaron evadiendo el tema el resto del día.