Desperté en la mañana del 31 de mayo, mi cumpleaños. Desde el año pasado había temido la llegada de esta fecha, pensando que sería un día caótico y demasiado decepcionante para mi, tal y como sucedió en los cumpleaños anteriores, pero de alguna manera, me sentía rodeada de una paz que nunca en mi vida había sentido, sentía la belleza de la mañana desde mi cama.
Me levanté y me arreglé para salir a mi patio. No había nadie dentro de mi casa, solo había una tipa de cabello largo y negro esperándome cerca de mi parrilla. La edad de esta persona cambiaba constantemente, de un momento a otro era una niña de aparentes 8 años, y a otra tenía mi misma edad, tal vez sin darme cuenta tenía dos años mas que yo, pero eso no importa.
- Felicidades, bebé – fue lo primero que me dijo al verme salir, no con un tono dulce ni amable, sino serio y a la vez burlón. Como odiaba que me llamara así, no cabía duda de que se trataba de Shira.
Caminamos juntas hacia el portón de la casa, hablando del caos que esperaba para ese día y de lo tanto que odiaba la fecha. Una vez frente a la reja, comenzamos a observar las casas de al frente y como jugaban los niños afuera de ellas. Más de una vez, confundí los físicos de algunas personas que quería ver ese día, y cada que confundía a alguien, una amiga de la preparatoria aparecía junto a mí y contemplando conmigo lo que sucedía en la calle, pero a ninguno de ellos ansiaba tanto ver como a las personas que estaba esperando.
Me di por vencida, di media vuelta y regrese a mi casa. Todos me seguían, preguntándome que haría para celebrarme, menos Shira, solo caminaba a mi lado, mirando al frente y luego al suelo, esperando algo. Cada persona iba desapareciendo a medida que me acercaba a mi casa hasta quedarme sola nuevamente con Shira.
- Aquí empieza todo – no tengo ni la menor idea de quien lo dijo, pero estaba sola en mi patio.
Un hombre regordete apareció sentado en la parrilla y una señora con ropas elegantes, que al aparecer era su esposa, estaba parada junto al hombre, sosteniendo sus lentes. Aparecieron un par de personas más, esta vez junto a la palmera, el cielo comenzó a adoptar un color guindo bastante claro. El sujeto gordo y yo comenzamos a discutir, no recuerdo el porqué, pero de la nada comenzó a lanzarme objetos, tenia pésima puntería. Para evitar que esa mala puntería me diera, me encerré rápidamente en mi casa, fui directo a mi cuarto y busqué un collar, que según recuerdo, regalé a una persona a la cual no deseo ver más.
Escuche como comenzaba a llenarse mi casa de gente desconocida y familiares, todos me odiaban, no sé por qué, pero traté de escapar de ellos y salí nuevamente de mi casa.
Ya era de noche, y una de mis gatas estaba escoltando a una niña pequeña y rubia hasta el portón, poco a poco comencé a darme cuenta de que no solamente la escoltaba y que la gente que se encontraba dentro de mi casa me odiaba solo porque si. Me tenían miedo, sin darme cuenta yo ya era lo que siempre había deseado ser, la asesina más temida en el mundo. Llame a mi gata, pero esta me gruñía cada vez que me le acercaba, traté de convencerla de que no le haría daño. Cuando menos lo pensé, había un montón de gente reunida alrededor mío, todos mirándome con demasiado odio.
¿Podría la mejor asesina salvarse esta vez? No lo sabía, después de todo, si era cierto que yo era la asesina, era algo de lo que no estaba consciente al momento de serlo. Shira me había regalado esa oportunidad, pero no del modo que quería.
Me hubiera gustado deshacerme de todos los presentes, pero por desgracia desperté.